Wednesday, February 14, 2018

Mención de Honor

RODRIGO URQUIOLA FLORES

El Premio Nacional de Novela es, me parece, una de las grandes maneras de apoyar la creación literaria en nuestro país, la más significativa por el monto económico implicado, aunque se haya reducido con respecto a otros años. Y eso está genial. Pero se puede hacer más. Por ejemplo, en Chile, el mayor galardón de sus letras, el Premio Nacional de Literatura, que se da a la totalidad de una obra, lleva consigo un monto y una pensión vitalicia; copiemos los buenos ejemplos. Y también existen, en diversos lugares, residencias o becas para que los escritores puedan dedicarse a crear, aunque sea durante un año, sin preocuparse tanto por el dinero.

Fui, junto a Daniel Averanga, un amigo escritor, a dar charlas o talleres a diversos colegios fiscales y algunas veces al área rural también. Y pienso que los mejores escritores bolivianos son aquellos que no están escribiendo, pero que viven en una Bolivia terrenal, lejos de las narrativas de la alta sociedad que en su mayor parte no dicen nada. Es recurrente la impresión de que observo mejor cuando uno de estos niños, acostumbrados a los caminos de tierra, me cuenta lo que hace o me habla de lo que le gustaría escribir que cuando leo novelas tan delicadamente armadas y bastante celebradas por los críticos entendidos. Ninguno de estos niños será escritor porque no es un oficio rentable y esa es una gran pérdida, porque la literatura escribe la vida de un país allí donde la historia no se atreve a pisar.

Y es también por eso que no celebro esta mención de honor, aunque tenga que aceptarla porque debo acatar las bases del concurso. Si en otra ocasión se va a mencionar un trabajo –sí, es un trabajo– sería un logro que tuviera una recompensa económica sin ir en desmedro del ganador. Y por eso dije que hubiera preferido no recibir nada. Y lo sostengo. Me quedo con el diploma como un souvenir de estas palabras que me animé a decir hoy, aunque en ninguna tienda vayan a darme diez marraquetas por él.

Recuerdo que el maestro Jesús Urzagasti consiguió que en su carnet de identidad, donde dice Profesión/Ocupación pusieran Escritor. Fue una victoria. Pienso que, en el mejor de los casos, la ayuda económica hará que las voces de esos niños que estamos perdiendo porque buscan ser un ingeniero más, o un licenciado-en-lo-que-sea más, o un oficinista más, fabriquen una nueva manera de mirar, de leernos, pero eso sólo ocurrirá cuando puedan ver esto, que muchos asumen como un emprendimiento romántico, como una profesión de verdad. Es una utopía querer vivir de lo que escribes, me dijo alguien en algún momento. Es antiético pretender ganarlo todo, me dijo un amigo que a veces trabaja de payaso en fiestas infantiles. Pero lo que hay detrás es también renuncia, y a veces una honda renuncia, porque este oficio, como cualquier otro que se quiere asumir con pasión, así lo exige.

Un abrazo a todos. Buenas noches.

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Discurso del autor acerca de su mención de Honor en el Premio nacional de Novela.  

Imagen: Anselm Kiefer

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