JUAN MANUEL GARCÍA FERRER
A él le gusta dar
imagen de huraño. Pero basta ver alguna fotografía suya entre amigos en una
presentación, luciendo una más que amplia sonrisa, para ver que de eso, nada.
Es, en realidad, digo yo, que la edad que vamos alcanzando, la constatación de
que en nuestro mundo la situación no va ni mucho menos a mejor, de que no hay
forma de acabar con toda la gran porquería que nos rodea, va carcomiendo. Todo
eso le hace verter por todos sus libros una buena dosis de pensamientos
desengañados.
Cuando ya se
decía que estaba fuera de todo esto, que para qué escribir, cosas así, este año
va y nos sorprende con un montón de libros que vienen a incrementar su ya
inabarcable bibliografía y uno de éstos, muy manejable, pequeño y de sólo 140
páginas, está constituido por lo que ha calificado como "apostillas, descreimientos,
despropósitos, desvelos...". Se trata de "Diario Volátil"
(Upaingoa, Pamiela, 2018), que acabo de leer de forma calmada, pero constante,
a pequeños sorbos, cada noche.
Las
"apostillas, etc." están ordenadas en capítulos según su tema. No le
ha debido ser fácil llegar a esta clasificación.
En "Calle de
los solitarios" habla de los que "te quitan el asiento y te sacan de
escena a empujones", de máscaras, impostores, "listos", de los
que "no dudan en aceptar las dádivas del poderoso y de quien previamente
le ha marginado".
En
"Robinsonadas" explica: "Estás cavando tu propia fosa te dicen,
pero tú sigues a la tarea, paleando tierra oscura y escombros, convencido de
que es un túnel de escape".
En los siguientes
capítulos dice recordar a menudo que el escultor Remigio Mendiburu, cuando le
diagnosticaron un cáncer, dijo : "Y toda una vida por hacer..."
También que, si te despiertas "de golpe (y porrazo), de madrugada, con
esta frase en la cabeza: 'La suerte está echada', no vuelves a pegar ojo, te cuentes
lo que te cuentes". O te hace ver que "Es de risa aparecer en escena
lamentando haber perdido la casa que tú mismo has derribado". O coincide
contigo en esta calificación: "El exhibicionismo del predicador desde el
púlpito y de cara a la parroquia entregada, el del mando en su arenga
cuartelera frente a la tropa formada con disciplina o el del cátedro histrión
para su público que aspira a pasar el trámite: repulsivos los tres".
En
"Molestias del trato humano" hay una aseveración tan vivida como
"Cuando te das cuenta de que estás tratando con un necio que se las sabe
todas, es demasiado tarde". O esta observación, también muy experimentada:
"Encuentro de viejas amistades: mirarse de arriba abajo y decirse 'Estamos
viejos', y de seguido reírse sin saber de qué, sin querer saberlo, antes de
escapar cada cual por su lado."
En fin: Hay
muchos y no es cuestión de irlos entresacando todos por aquí. Quizás poner sólo
uno del capítulo dedicado a "Leer, escribir", esos verbos que tanto
ocupan su vida: " 'Cuando el café y la literatura son tu refugio', y me
acuerdo de la casa de Balzac en la rue Raynouard del barrio parisino de Passy y
de su desfondar el sillón en el que estaba sentado escribiendo y del escotillón
que tenía en uno de los pasillos para escaparse disfrazado de madame de
Brougnoul cuando llegaban los acreedores".
En un segundo
tomo que saque de su "Diario volátil", pues sigue observando y
anotando venga cosas de éstas cotidianamente, para que levante el ánimo ante
tanto sabio desengaño espero ver un capítulo dedicado a los mercadillos y
librerías de viejo, a los chamarileros, o bien a sus paseos por el bosque o a
la contemplación del valle al lado del que vive buena parte del año. Por mucho
que diga que ya no es como antes, cuando los cita se desprende como nunca la
pasión y la emoción en ellos siempre -ahora también, como en todas sus otras
cosas, diga lo que diga- vertida.
No comments:
Post a Comment