DANIEL AVERANGA
MONTIEL
En carnavales
siempre muere gente; ahora mismo, en el mundo, suceden ejecuciones y
accidentes, suicidios y asesinatos. Vemos en el internet cientos de vídeos de
catástrofes que deseamos nunca nos sucedan. Otra cosa es estar involucrado,
otra cosa es con guitarra.
Otra cosa es que
vayas a reconocer a un pariente estragado en la morgue, después de una tragedia
carnavalera, sea por una garrafa que sirva como explosivo, por una pasarela mal
construida o por las inclemencias de esta naturaleza, loca por el accionar masivo
de la humanidad.
Muere gente todos
los días, cierto es, y tengo en facebook a quince “amigos” muertos; ya no
respiran ni ponen “me gusta” a mis peroratas; pero están ahí, aún adscritos a
esta red social, sirviendo como recuerdo para los suyos. El año pasado, por
ejemplo, recién me enteré de la muerte (allá por 2015) de un amigo, pero que
por la distancia y el trabajo ya no consideraba frecuente: murió en carnavales.
Mi abuelo paterno
también murió en carnavales por un mal en los pulmones, muchos años antes que
yo naciera; dejó a mi abuela y a mi padre y mis tíos en el umbral de la
indigencia, y eso determinó en mi padre un rechazo definitorio a gozar de esta
festividad.
Yo me recuerdo
fugazmente en los carnavales de 2008 por la avenida Juan Pablo II, a las diez y
media de la noche, presenciando cómo un padre ebrio y lloroso, recostado en las
jardineras húmedas que estaban en medio de la avenida, era retenido por su hijo
pequeño, quizá de ocho años (quien también lloraba, pero de manera
inconsolable) para que no se arrojara a los coches, en un intento patético de
suicidio, acaso homicidio involuntario de su vástago. Los miré y no pude
intervenir, no sea por cobardía o agresividad, sino porque vi esta escena
desesperada desde un minibús, antes que mucha de la gente que estaba cerca
interviniera.
¿Son necesarios
los carnavales? Escucho a mucha gente decir que es por devoción, y cuando dicen
esto no puedo más que pensar: Bueno, ¿qué se puede hacer para eliminar ese
rasgo de la mentalidad de la gente que relaciona el bailar con la fe? NADA. El
tiempo me ha enseñado que puedes hacer cambiar de ideología a la gente, de
gustos musicales, de forma de vestir, de simpatía hacia un líder político,
hasta de horarios; solo es cuestión de presión o lingüística… pero la fe, la fe
es inquebrantable, casi el alma del cable que es el alma.
Un señor ya
entrado en años me dijo que necesitamos de una guerra, que muera un montón de
gente, para poder recapacitar y cambiar. Así de seguro se puede, pero
dejaríamos marcadas muchas mentes, como dicen que sucedió en la Guerra del
Chaco con los excombatientes. Pero hoy, sucede una explosión de garrafa, se cae
una pasarela, una niña fallece por inanición, otro niño por ir a rescatar a su
mascota… y la gente, como respuesta mayoritaria, sigue bailando, y el gobierno
sigue dormido en sus laureles llenos de coca y de putas canchas de césped
sintético, no crea programas efectivos de lucha contra la pobreza o proyectos
viables para la prevención de riesgos. No es que sea un pitufo gruñón que se la
pase odiando lo que no hace el gobierno, ¿pero no se decía que era el gobierno
del pueblo? ¿No se preocupaban por enseñar a pescar, más que regalar pescado?,
y los demás seguimos ahí, en nuestras burbujas de existencia, hasta que nos
suceda en carne propia.
Siempre he creído
que el mejor camino para un cambio es no pensar en cambiar a la gente, ni
siquiera en mejorar sus perspectivas desde la acción; la cosa es transformar, y
no se puede hacer eso, si no se transforma primero la realidad de la gente. Y
el único camino para transformar algo, creo yo, es la educación. ¿Vas a
festejar los carnavales? ¿Vas a ir a beber a una fiesta? ¿Quieres quitarte el
estrés con el método clásico de alterar tus sentidos? Puedes, mas toma antes
estas recomendaciones tan estúpidamente sencillas como lógicas: Festeja los
carnavales pero no te mates ahorrando para ese momento ni perjudiques a tus
hijos en el proceso; ve a beber pero no lleves a tus hijos, para no estar
amargándote frente a ellos; quítate el estrés y festeja, pero ten respeto por
lo que suceda a tu alrededor.
Parece fácil
escribir todo eso, pero comprende que si bien es natural que la gente muera
todos los días, es antinatural pensar que eso no nos sucederá, que nosotros
estamos bendecidos por la invulnerabilidad.
Podemos estar en
contra del gobierno de Evo Morales, resaltar sus contradicciones, emputarse
porque ha sido siempre así con casi todos imbéciles que nos han gobernado estos
más de treinta años; pero si solo hacemos eso y no vemos en la educación la
única respuesta, estamos condenados a merecer este tipo de gobierno.
La gente muere
todos los días, eso no es novedad; pero cómo afrontamos este suceso es el
problema. No esperemos a sufrir la muerte de alguien querido para recapacitar
sobre cómo vivimos.
Tengamos tantita
empatía ¿no creen?
_____
De INMEDIACIONES,
12/02/2018
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