JORGE MUZAM
Leemos a Walter
Benjamin en este verano cordillerano del sur del mundo. Necesitamos la
precisión lingüística, un cincel que esculpa siluetas dignas de Bernini en el
batiburrillo de la ambigüedad, la delimitación de significados que nos hagan
sobrevivir a la niebla de mediodía. Vivimos más allá del ateísmo, en una
nebulosa de incertidumbre. Sin quejas, sin ruegos, sin solicitudes de gracia, y
a veces hasta felices. Es el sitio apropiado para el vagabundeo de una mente
libre, inquieta, hambrienta de explicación y sentido. La única esperanza está
depositada en saber algo más, en que los membrillos maduren fortalecidos en
abril, en el deseo de que cada día nazca y culmine sin la estridencia amarga de
un nuevo dolor.
Enero se despide
con fumarolas volcánicas y luna soberbia. Se imponen amarillos amarronados de
hierba agonizante, algodonales de nubes acariciando las montañas más altas. Se
deshidratan los últimos maquis y los durazneros plantados por los antepasados
empiezan a imponer la frescura de sus frutos maduros. El campesinado se deleita
en las noches con las cumbias rancheras, con los imitadores de cantantes
famosos. La plaza de armas de San Fabián bulle de gente comiendo anticuchos,
helados de nieve, mote con huesillo y licuados de frambuesa. Es la vida sin
prisa de esta aldea de dios y del diablo.
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De CUADERNOS DE
LA IRA (blog del autor), 01/2018
Gracias querido amigo.
ReplyDelete¡Soberbio!
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