"El perro es
el único ser que te quiere más que tú mismo".
No ha sido fácil
encontrar las palabras para hablar de este tema, no es tanto por lo que no
podía decir, sino por todo lo que implica. Elegí mi apodo como “perro negro”
por una serie de combinaciones: porque se volvió recurrente su aullido en las
noches, cuando ando melancólico y ebrio, su aullido que no me aterra, que me
recuerda que estoy en espacio de fantasmas, de mis dioses y demonios, un
aullido del maldito perro imaginario. Pero también es el rif de Led Zeppelin o
el rocanrrolito de Three Souls in my Mind, soy un constructor de mis buenas y
malas decisiones, de mis propios estereotipos, soy un perro, soy mi imaginación
y mi contexto.
Puedo ser
bastante polisémico como lo es el ser este perro negro, este ser en una
dualidad, en una eterna conversación con mi yo interno -o externo, en realidad
con mi alter ego, aunque no sé con exactitud quién es qué… Tal vez por eso
elegí decir dualidad, porque tanto el Yana como el Ariel somos el mismo, pero
el mismo separado, no la imagen en un espejo, creo que uno es lo que el otro
quiere ser y lo es, aunque no se dé cuenta… Tal vez sí, los perros son muy
observadores, al menos los que me han acompañado y aún me acompañan, podría
hacer una lista de ellos. Es más la haré: Joe, Nerón, Vinchuca, Layka, Sulayka,
Pelusa, Hocicón, Casandra, Guatito, Randu… y podría seguir. Algo en común que
tenían todos ellos, bueno, y ellas, es que sabían cuándo estaba bien y cuándo
no. Aún recuerdo cómo un fin de semana padecí un dolor de oído, tendido en cama
sin que ningún calmante me aliviara, y mi mano estuvo sujeta por la delicada
mordida-sin-morder del Hocicón, ese perro que dormía bajo mi cama, que había
encontrado en una bolsa en el río Rocha cuando tenía 10 años (yo, no el perro)
y que el día en que se murió se despidió de mí con la misma mordida delicada
que era más un apretón de manos entre amigos… Mis perros, y no digo mis por el
posesivo que objetiviza, sino porque me da un sentido de identidad con ellos,
han sido de raza, mañazos callejeros, bravos mansos. Han sido únicos y es para
mí un placer que ellos modelen al “Yana Alkho”. Muchos criticarán el que
utilice “k” en lugar de “q” al escribir perro, pero Randu era mitad ecuatoriano
así que preferí escribir el perro en quechua ecuatoriano, y Vinchuca era más
agreste y rural de lo que el idioma mismo es. Podría seguir con las anécdotas
de todos ellos, pero no viene al caso porque para mí no son anécdotas. Son
vivencias, son encuentros, son el encuentro animal con mi yo interno, y por eso
el encuentro más humano que puedo tener con la realidad, pues yo he definido
los fantasmas de mis perros y los he incorporado como el de mis seres queridos
que se me han ido. Ya no los lloro, sería una falta de respeto, ellos fueron
plenos, algo que a mí, en mi humana condición, me cuesta mucho trabajo.
Sulayka, una pequinesa que quedó ciega, me enseñó que un perro no se resigna a
ser minusválido pero tampoco se permite superar su condición. Gracias a ella
aprendí que la superación personal es otra forma de ficción, que una
condecoración puede tener el mismo peso que una ofensa… Sí, mis amigos, yo soy
mis perros, soy mi deseo oculto de desestructurarme de mi condición humana, aun
sabiendo que nunca dejaré de ser humano. Pero tal vez en este intento de ser un
“Yana Alkho” pueda convertirme en un mejor ser humano.
_____
Imagen: Rusudan Khizanishvili
No comments:
Post a Comment