GUIDO ROBERTO PEREDO MONTAÑO
Desde tiempos
inmemorables Tiquipaya fue proveedora de legumbres, hortalizas y flores a
la ciudad y a los centros mineros, tal como reza nuestra sacrosanta cueca. Los
historiadores desgranaron nuestro pasado de forma mágica. Somos agricultores
desde tiempos milenarios y gracias a la tradición oral, pasada de generación en
generación, los habitantes desarrollaron habilidades en el manejo del
recurso agua en toda su dimensión.
Nuestra historia
es inseparable de los ríos y esta relación con la lluvia siempre fue más mágica
que trágica. Las acepciones toponímicas no dejan para la duda. El significado
de Tiquipaya varía en dos rasgos lingüísticos- culturales. El Aymara lo define como
¨Pueblo-planicie en medio de ríos¨: aunque a los tiquipayeños nos gusta la
visión quechua, ¨pueblo donde abundan flores¨.
Nuestra vida
social y económica estuvo ligada al manejo del agua, y al uso de la tierra.
Hace más de un siglo, había un promedio de 104 pequeñas unidades productivas
(familias) dedicadas al cultivo de verduras, flores, maíz, hortalizas y
legumbres. Sin olvidar nuestra gran contribución a la producción de leche. El
proyecto Misicuni era una gran esperanza para este pueblo agrícola... que
irónicamente hoy, pierde su cualidad agrícola-pecuaria.
En el Archivo de
las Indias descubrí que los cronistas habían notado que el ciclo de lluvias
afectaba el paso de mulas y caballos con granos provenientes de Tiquipaya hacia
las minas. La carga y los esclavos (140 tiquipayeños al año eran enviados a las
minas) debían pasar temerarios ríos (6 dicen los cronistas) antes de la época
lluviosa. El indígena (y nosotros sus descendientes) sabemos que jamás debíamos
sembrar, y mucho menos construir refugios o casas a menos de 150 metros del
lecho del río.
Por milenios los
indios de estas tierras desarrollaron actividades agrícolas sin invadir el pie
de cordillera, descubrieron las venas de agua bajo la tierra y aprendieron a
hacer uso de ellas. Entendían el ciclo hídrico y hasta hoy Tiquipaya,
Colcapirhua y Quillacollo comparten una canal de riego construido, antes
del Incario, que aprovecha(ba) aguas de los rebalces de los ríos para
regar sembradíos.
Los
indios construyeron estanques (K´ochas) al sur del pueblo en
Santiaguilla, Sirpita, Kallajchullpa, Apote, Linde y Trojes cuya función era
reducir riesgos por inundaciones; pero a la vez almacenar agua para época seca.
Los ¨Tiquipayas¨, hace más de 800 años, hacían un manejo sostenible y mucho más
responsable de los recursos que los (hoy) alcaldes loteadores.
Lo que más
impresiono a los cronistas fue ver la represa Lagu-Mayu (hasta hoy en uso)
por su belleza artesanal, construida, hace por lo menos 900 años, por
estos indios en la cordillera. La Revolución Agraria cambió nuestra
realidad, pero el indio tiquipayeño fue siempre una forma de esclavo-agrícola.
Había una época
en la cual Tiquipaya era un vergel. Cuando Julio Rodríguez, y mi tío Antonio
Berdeja eran alcaldes (1960 y 1970): de niños acudíamos a pescar carpa y trucha
a estos estanques y nos bañábamos en los ríos para luego disfrutar de las
frutas, siempre abundantes. Teníamos 8 bosques con especies nativas que
rodeaban el pueblo, que de a poco fueron desapareciendo por efectos
socio-demográficos. Los años 1980 también fueron maravillosos cuando Rubén Saavedra
(nuestro Odorico Paraguazú), José Hass y el Tatacura Salomón Romero
mejoraron canchas deportivas, la escuela, la posta sanitaria e instalaron
alcantarillado. Todo fruto del trabajo comunitario.
Recuerda mi viejo
(fue alcalde) que a principios de 1974 mi tío Oscar Camacho sugirió pedirle
ayuda a Banzer para arreglar el camino Puente Pinto-Cruce Taquiña-Tiquipaya.
Los sermones que recibió Banzer de nuestro Tatacura, Romero, hicieron realidad este
camino y finales de 1976, por fin teníamos servicio de transporte, un sólo
colectivo. Pero aquí el dato. En 1994 formamos la Juventud Ecologista de
Tiquipaya, a la cabeza de Marcelo Zavala y plateamos la creación de un Bosque
Metropolitano en Villa Taquiña y Ciudad del Niño, para proteger los
sembradíos en Trojes, Linde y Sirpita de las riadas y a costo mínimo: pues el
Promic, Cordeco y JICA comprometieron su aporte. Pero nos llamaron ¨locos¨. En
la era de Lucio Villazón (1995-MNR) se dieron los primeros asentamientos
ilegales.
Hasta 1990, en la
actual zona en desgracia, había por lo menos 25 pequeños afluentes que
alimentaban al Taquiña y muchos ¨desaparecieron¨ en menos de 10 años. Tiquipaya
sufrió inundaciones en 1972, 1977, 1980, 1982 y 1993 (apelo a la memoria de mi
padre) pero sin sufrir pérdidas humanas. Ahora entiendo por qué
nuestro Tatacura (Romero) llevaba un azadón bajo la sotana y no una biblia.
Hemos lidiado con
riadas toda nuestra vida y debemos ser el único pueblo del país, donde sus pobladores
construyeron toda la infraestructura básica con picota y pala propia. Pero
también somos el único pueblo que sufre un desastre provocado por sus propios
hijos. Cuando era chango, las familias acudíamos obligatoriamente a construir
defensivos, gaviones artesanales, a estos ríos. Le llamábamos domingo de
Reparo.
El olor de
nuestras flores volverá a los mercados, pero este ´ramillete de claveles´ que
nos ha traído el rio Tika-Katu (Taquiña) es responsabilidad de las dos
anteriores gestiones del MAS. Se estima que 7 billones 675 mil dólares, movió
el mercado de tierras (irregulares) en Tiquipaya (en solo 5 años) y alguien
debe explicar dónde fueron a parar más 1 millón de dólares que los vecinos, en
la zona en desgracia, pagaron para que las autoridades se hagan ¨a la vista
gorda¨. Si el río suena, es porque piedras trae.
Guido Roberto
Peredo Montaño es Periodista y Sociólogo tiquipayeño.
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De URGENTEBO,
11/02/2018
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